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Ahora mismo, Guadarrama, Madrid, Spain

24 de junio de 2008

¡¡¡10!!!

Ayer me dieron la primera nota, energía y medio ambiente, un mísero 3,5. La verdad que creí que me había ido mejor, pero bueno, 3,5. Y eso no es digno de una entrada, ¿no? Pero la nota que me dieron hoy... Eso son palabras mayores. ¡Y tanto! En técnicas instrumentales en química me saqué un diez!!! O me pusieron un diez, mejor dicho. Matrícula de honor. No me lo puedo creer. Miren, miren por ustedes mismos:

La 'chispas'

El domingo descubrí una nueva faceta mia: ¡se me da bien ser electricista! Bueno, tal vez "bien" es un poco exagerado. Me explico.
El viernes me fui a Ikea con mi querida (agh) madre. La verdad que esa tarde merece una entrada aparte... Uf, que suplicio!
Salí a las tres del curro, me fui a casa a intentar comer algo (justo ese día estaban pintando el techo de la cocina, así que estaba todo cubierto de plásticos y cartones. Ergo, no comí). Sobre las cuatro y pico, cinco, me voy para Fuencarral. Atascazo. Llegando a la oficina de mi mamá me perdí, media hora dando vueltas hasta que logré reconocer algo (era la segunda vez que iba a la oficina, che). Salimos para Ikea. Atascazo impresionante. Calor. Coches. Humo. Bocinas. Aaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!
Por suerte, llegamos a Ikea y no había mucha gente. Normal. Estaban todos en la carretera. Estuvimos paseando entre esos salones tan bien armaditos, los dormitorios irreales y las cocinas de ensueño, hasta que llegamos a donde había que arremangarse las mangas y empezar a cargar bolsas y cajas. Ahí fue donde mi mamá hizo 'crack'. Justo ahí. No se podía pretender que cogiera una bolsa correcta (le pedí unas ruedas para un mueble y me trajo unas cajas!!!), o que colaborara manteniendo quieto el carrito mientras yo subía las estanterías (uf, eso pesaba, al menos 72 kilos!). La pobre estaba reventada. Si no fuera porque me tocó acomodar todo, era hasta gracioso! Jajajaja, que empanada que llevaba. Lo peor es que se daba cuenta y se reía sola, la muy guacha (cabrona).
Pero lo que iba a contar no era eso. Era la odisea de mis apliques.
El piso que estamos alquilando no tiene lámparas en el techo. Las tiene en las paredes. Y claro, como estábamos dándole un cambio de look a las habitaciones, los apliques horribles que había tenían que desaparecer. Mis papás compraron sus luces en Leroy Merlin, pero como no había ninguna que me gustara para mi habitación, tuve que esperar a ir a Ikea para ver algo que me gustara. Son dos cachos de lamparones impresionantes. Me tengo que poner a hacer fotos, pero mientras, cuento. Es un cristal como de 40x20 cm que va montado sobre un soporte y atrás, dos foquitos. El cristal tiene unos dibujos como de unas hojas, sobre un fondo blanco. Como el jueves había ido el electricista y yo todavía no tenía elegidos los apliques, mi habitación estaba a oscuras. Además, me había empeñado en que las luces las ponía yo.
Y eso intenté hacer el domingo.
Saco los apliques de la caja y, ¡oh, sorpresa!, no eran para conectar directamente a la corriente, sino que ¡eran de enchufar! Ah, no, eso no podía quedar así. Así que, desmonté el sistema para sacarle el cable que iba al enchufe, me peleé media hora con los cables que salían de mi pared (había que atornillar unos minitornillos muy chiquitos y, si no fuera porque tengo las uñas largas, no sé como lo hubiera hecho). Triunfal, conecto la luz en mi habitación, le doy al interruptor y... ¡¡¡NADA!!! Nada en absoluto.
Como soy tan lista, había terminado de montar tooooooodo antes de comprobar que funcionara, así que, ocho pasos para atrás (desconectar la electricidad, sacar el vidrio, abrir el cajetín, desatornillar tres tornillos y dos minitornillitos) y darme cuenta que uno de los cables que tenían que estar apretados por un minitornillito se había roto. Vale, que se rompa, lo arreglo, ¿y qué? Y eso hice. Lo arreglé. Pero esta vez no iba a caer en la tontería de montarlo todo. Triunfal, conecto la luz en mi habitación, le doy al interruptor y... ¡¡¡NADA!!! Nada en absoluto.
¿Y ahora qué pasaba? Que no había apretado uno de los minitornillitos (parece que era importante). Nuevamente triunfal, conecto la luz en mi habitación, le doy al interruptor y... ¡¡¡EUREKA!!! Va a ser verdad eso de que a la tercera va la vencida. ¡Logré conectar, yo solita, las luces de mi habitación!
No se me puede olvidar mencionar que, durante todo ese proceso (largo proceso), mi papá me ayudó diciéndome cosas como "para comprobar que no haya electricidad no toques los cables con la palma de la mano, sino con el revés" o "hay que apretar el minitornillito para que hagan contacto los cables", etc. mientras que mi dulce madre, mi progresista madre, mi moderna madre me decía "Lucía, no hagas vos eso, no es de chicas hacer esas cosas, parecés un marimacho".
Pues este marimacho se vale ella solita para hacer los arreglos de la casa. ¡Viva la independencia de la chispas!

22 de junio de 2008

Cena ambientada

El viernes 13 de junio nos fuimos de cena con los de la facu, para festejar el cierre del segundo cuatrimestre. No se puede decir que sea fin de curso, porque para septiembre hay que estudiar otra vez (y entonces, empezaremos el curso 2008-2009), así que, eso de fin de curso, como que no existe. Pero como terminamos los exámenes, nos merecíamos un descanso, ¿no? En fin, dejo acá unas fotos que demuestran lo bien que nos lo pasamos.

Para cuando hicimos esta foto, algunos ya se habían ido, pero éramos unos cuantos.Las niñas, posando para la foto. Para la décima foto, al menos, porque nos íbamos agregando al ir viendo los flashes, hicimos, al menos, 74 versiones de este grupo! Jajajajaja.

Ay, el amor, el amor, está en todas partes. Claro, después de tres años de desdichas compartidas, es normal que nos queramos tanto, ¿no? Carmen y yo en una, Ruth y Montse en otra.

18 de junio de 2008

Pinturas, pintores y ¡horrores!

Ayer al fin llegó el gran día. Iban a empezar a pintar la casa (primero mi habitación) con los colores que habíamos elegido hace una semana, o así, y que todavía no habíamos visto.
Llego a mi casa a las tres, después de un arduo (?) día de trabajo, y me encuentro el piso patas para arriba. Todo lo que había en mi habitación y en la de mi papá estaba repartido entre el salón, la habitación de mi mamá y la del ordenador. No teníamos lugar casi para sentarnos, por no hablar de lo que me costó cortarme un tomate para almorzar. Por la mañana se habían dedicado a proteger los muebles, mover las cosas que faltaban y pintar los techos y justo cuando le iba a hincar el diente a la ensalada, me llama Monir (uno de los pintores) y me dice "¿te gusta así el color?". ¿Cómo describir la cara de asco, miedo y horror que me embargó? Yo había elegido (o creía haber elegido) un color rosa viejo, casi como las letras con las que escribo. Y el pibe este me estaba mostrando un trozo como de un metro cuadrado de mi pared, ¡¡¡naranja fosforescente!!! Naranja como los resaltadores Faber-Castell, igualito. Le expliqué que mi habitación era rosa, que la naranja era la de mi mamá (un naranja que no le iba a gustar. ¿Se imaginan viviendo en un cuarto naranja fosforito???). Se fue a buscar el rosa y se dio cuenta de que se lo habían olvidado. Así que, aproveché a comer mi ensalada y a sacar fotos a esa cosa tan horrible que era el color del cuarto de mi mamá, para decirle que se fuera haciendo a la idea de que no iba a poder volver a dormir en su vida.
Cuando al fin llegó el chico con mi rosa, yo estaba acojonada (cagada). Con los dedos cruzados y poniendo mi mejor cara, me acerco al bidón que me acompañaría unos cuantos años para ver ¡¡¡rosa chicle!!! Y cuando, para tranquilizarme, el pibe pintó el mismo metro cuadrado para que viera que el color no era tan tarta de fresa, casi lloro. Mejor estaba, es verdad, pero ¡no era eso lo que yo quería! A medida que se fue secando fue quedando mejor, la verdad sea dicha, pero seguía siendo muy... ¡Rosa! Le pregunté si no se le podía poner un poco de negro y volvió con un color un poco más violetita (le había puesto azul), sin dejar de ser rosa, que me gustó un montón. Hicimos la correspondiente prueba en la pared, la secó, volvió a darle otra mano y ¡¡¡bingo!!! Así que, unas tres horas más tarde de lo previsto, empezó a pintar mi habitación de un color PRECIOSO.
Ya subiré fotos cuando la casa vuelva a ser una casa (anoche dormí con las ventanas abiertas, la cama en el medio de la habitación, cosas mías y de mi mamá -hoy empiezan con el naranja horrible- arrinconadas por todas partes).
Con la pintura de la habitación de mi papá también tuvieron que hacer magia. Él había elegido un verdecito muuuuuuuy claro, y en la pared, de tan claro, quedaba tan indefinido y tan amarillento, que dolían los ojos. Pero al final también le retocaron la pintura y quedó un verde muy bonito.
Hoy empiezan con el cuarto del ordenador (azul) y el de mi mamá (naranja fosforescente, color que le encantó; allá ella) y sólo quedará el salón, el pasillo y el balcón para acabar la aventura.

6 de junio de 2008

Mirlo

Mi mamá y yo llevamos dos días de angustia y desesperación. El miércoles, cuando volví a casa del trabajo, me pareció escuchar un pajarito piando en la chimenea. Abrí las puertas y no había nada, y preferí no darle más vueltas. Cuando llegó mi mamá y escuchó el pio pio, nos pusimos manos a la obra, a intentar rescatar al bicho. Ya no había dudas de que había un pajaro atrapado en la chimenea. Desmontamos todo lo que podíamos desmontar y no ganamos nada (es más, al sacar una chapa que tapaba el agujero de la chimenea por la parte superior, cayó un esqueleto de pájaro, que le hizo compañía a otro que ya había metido en esa caja mortal). Nos asomamos por la chimenea, sacamos fotos al hueco, para ver si estaba por ahí el pájaro, mientras el pobre animal estaba pio pio, batiendo las alas, intentando liberarse, y nada. Nos resignamos a que moriría ahí, no podíamos hacer nada. Todo esto fue el miércoles.

El jueves por la mañana, a la hora que solemos desayunar, no se podía estar en casa. El pio pio era desquiciante. Teníamos una impotencia que ya no sabíamos si queríamos sacarlo o que se muriera. Hasta llamamos a los bomberos, pero nadie nos ayudó.

Ayer por la tarde ya no se lo escuchó. Hasta que cayó el sol y volvieron los esperanzadores/horribles pio pio y arañar de metales. Le dejamos una luz encendida, enfocando el agujero, con los dedos cruzados para que el animal se diera cuenta de que por ahí tenía salida. Por la noche no se volvieron a escuchar, ya creíamos que habría muerto.

Esta mañana, pio pio otra vez. Y con fuerza, era increíble después de tanto tiempo ahí metido. Sobre las ocho menos algo de la mañana empecé a buscar la ropa que me pondría para otro día de trabajo (y exámenes y llegada de novio, pero no viene al caso), cuando escuché "plof" metálico. ¡¡¡El pájaro había salido!!!

Desperté a mi mamá, casi llorando de la alegría le abrimos la puerta del balcón para que volara a su libertad. No estaba ni atontado, ni lastimado, ni nada, sólo asustado porque había dos humanas, un perro y una gata mirándolo con cara de tontos. Era un pájaro negro, con el pico naranjita. O sea, un mirlo.

Oh, que bonito final, dirá alguno. No, no es el final. Al rato de irse el pedazo de mirlo que había en nuestra chimenea, se escucha, otra vez, pio pio. Más bien pio pio al cubo. Creo que hicieron un nido ahí y que al fin explosionaron los huevos. Así que tenemos pio pio por una temporada. Por lo que estuve leyendo por internet, los poyuelos (¿no es polluelos?) están 12 días en el nido, así que, dos semanitas de serenatas nos esperan!!!